DOMINGO DE RAMOS B


“Verdaderamente este era Hijo de Dios”

Con el Domingo de Ramos, transcurridos los cuarenta días de la Cuaresma, alcanzamos, junto a Jesús, la ciudad de Jerusalén, meta del itinerario de su ministerio público y lugar de su manifestación como Hijo de Dios y Mesías. En Jerusalén, en la Pascua, se inicia la aventura cristiana.

El Domingo de Ramos, pues, nos introduce en el corazón del misterio pascual que, durante la Semana Santa, vamos a revivir y actualizar. En este sentido, el Domingo de Ramos es el pórtico pedagógico que nos adentra en lo que somos y creemos.

Esta pedagogía es consecuente: la tristeza y el gozo, la muerte y la vida, se dibujan ya en los textos que van a ser proclamados. La Pascua está ahí haciendo notar su fuerza y su sentido. Por un lado, el evangelio de la fiesta del día nos traslada a la entrada triunfal de Jesús en la ciudad santa. Allí es recibido con gritos de júbilo como el que viene en el nombre del Señor a traer el Reino. Por otro, los textos de la liturgia de la palabra evocan la muerte; principalmente el relato de la Pasión de Marcos. En la dinámica de este claroscuro que recorre la vida del Nazareno, y que alcanza su culmen al final de la misma, se juega el ser o no ser cristiano. El Domingo de Ramos, por tanto, no solo introduce, sino que anticipa lo que se va a celebrar después paso a paso. Este es gran su valor pedagógico. Desde él se ha de celebrar y vivir. La celebración de hoy continuará en el Triduo pascual.

DIOS NOS HABLA. ESCUCHAMOS SU PALABRA.

CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA EN JERUSALÈN

PROCESIÓN
El ingreso a Jerusalén es, a todas luces, provocativo. Ingresar sobre un burrito es hacer presente la profecía de Zacarías, que anunciaba que el rey de Israel ingresaría sobre una cría de asna. Pero no solo eso: el pueblo también se hace eco de esta actitud y grita: “¡Hossana!”, que podría traducirse como “¡Alabado sea Dios!”. Pero cuando esto se une al otro grito: “¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David!”, todo hace pensar que por fin el Rey de Israel ha llegado para reclamar su trono. Jesús viene para poner en claro que su dominio abarca todo, a todo el ser humano, que, si bien su reino “no es de este mundo”, busca que Dios fecunde el mundo con su gracia. Jesús no busca un poder “interno”, “superficial” e “individual”, sino un poder que se expresa en todo momento, en todos los lugares, como un poder de servicio, de denuncia de injusticias y de entrega al hermano.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 11, 1-10

Cuando Jesús y los suyos se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: “¿Qué están haciendo?”, respondan: “El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida”. Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: “¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?”. Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!”.
Palabra del Señor.

Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede hacerse una breve homilía. Luego el sacerdote, el diácono o un ministro laico invita a comenzar la procesión con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús, y caminemos cantando y glorificando a Dios, unidos por el vínculo de la paz.



Y comienza la procesión hacia la iglesia en la que se celebrará la misa.

MISA
I LECTURA

Abrir los oídos al Señor implica también abrir los labios y divulgar lo que Dios anuncia. Eso seguramente atrae los ultrajes que denuncia el profeta.

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.

Salmo 21, 8-9. 17-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto”. R.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R.

II LECTURA

Jesús se hizo como nosotros, estuvo entre nosotros y sigue estando resucitado en medio de su pueblo. Su “descenso” no le quitó dignidad, sino que nos dejó un camino para que lo siguiéramos: la entrega al servicio de nuestros hermanos, incluso hasta la muerte.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11

Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN       Flp 2, 8-9

Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.

LECTURA DE LA PASIÓN

Evangelio     Mc 14, 1—15, 47,  / más breve: Mc 15, 1-39

 “Si en muchos aspectos hemos de ‘volver a las fuentes’ para ser la Iglesia fiel a Jesús y su Evangelio, urge volver a celebrar la auténtica Semana Santa. Y así ‘pasar’ una semana al año concentrados en el acontecimiento mayor que ha acontecido en la historia de la humanidad: un hombre murió por el bien de toda la humanidad entera. Y ese hombre es el Hijo de Dios. Es el Hombre-Dios. Es Jesucristo, el Señor de la Iglesia y de la Historia. Es el Salvador enviado por el Padre Dios no para condenar al mundo sino para salvarlo (Juan 3, 16). Es Jesús nacido en Belén de María –Madre-Virgen– para entregarse a la muerte y muerte de cruz… para la felicidad y liberación integral de cada persona que viene a este mundo”).

+ Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.

Buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte

C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían:

S. “No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo”.

Ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura

C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí:

S. “¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres”.

C. Y la criticaban. Pero Jesús dijo:

+. “Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden hacerles el bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo”.

Prometieron a Judas Iscariote darle dinero

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?

C. El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:

S. “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”.

c. Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

+. “Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: “¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?”. Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario”.

C. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo

C. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban comiendo, dijo:

+. “Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo”.

C. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro:

S. “¿Seré yo?”.

C. Él les respondió:

+. “Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!”.

Esto es mi Cuerpo. Esta es mi Sangre, la Sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

+. “Tomen, esto es mi Cuerpo”.

C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:

+. “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

Antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces

C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo:

+. “Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas’. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea”.

C. Pedro le dijo:

+. “Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré”.

C. Jesús le respondió:

+. “Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces”.

C. Pero él insistía:

+. “Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré”.

C. Y todos decían lo mismo.

Comenzó a sentir temor y a angustiarse

C. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:

+. “Quédense aquí, mientras yo voy a orar”.

C. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:

+. “Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando”.

C. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:

+. “Abbá –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

C. Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:

+. “Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”.

C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo:

+. “Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar”.

Deténganlo y llévenlo bien custodiado

C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal:

S. “Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado”.

C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:

S. “Maestro”.

C. Y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo:

+. “Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras”.

C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.

¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?

C. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. Algunos declaraban falsamente contra Jesús:

S. “Nosotros lo hemos oído decir: ‘Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre’”.

C. Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:

S. “¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?”.

C. Él permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente:

S. “¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?”.

C. Jesús respondió:

+. “Sí, yo lo soy: y ustedes verán ‘al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo’”.

C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:

S. “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?”.

C. Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían:

S. “¡Profetiza!”.

C. Y también los servidores le daban bofetadas.

Se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando

C. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo:

S. “Tú también estabas con Jesús, el Nazareno”.

C. Él lo negó, diciendo:

S. “No sé nada; no entiendo de qué estás hablando”.

C. Luego salió al vestíbulo y en ese momento cantó el gallo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. “Este es uno de ellos”.

C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro:

S. “Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo”.

C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces”. Y se puso a llorar.

(Inicia la lectura breve).

¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?

C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó:

S. “¿Eres tú el rey de los judíos?”.

C. Jesús le respondió:

+. “Tú lo dices”.

C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato lo interrogó nuevamente:

S. “¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!”.
C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:

S. “¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?”.

C. Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:

S. “¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?”.

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. “¡Crucifícalo!”.

C. Pilato les dijo:

S. “¿Qué mal ha hecho?”.

C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

S. “¡Crucifícalo!”.

C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

Hicieron una corona de espinas y se la colocaron

C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:

S. “¡Salud, rey de los judíos!”.

C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.

Condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota y lo crucificaron

C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: “lugar del Cráneo”. Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados “se repartieron sus vestiduras, sorteándolas” para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: “El rey de los judíos”. Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo

C. Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:

S. “¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!”.

C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí:
S. “¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!”.

C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.

Jesús dando un gran grito, expiró

C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:

+. “Eloi, Eloi, lemá sabactaní”.

C. Que significa:

+. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:

S. “Está llamando a Elías”.

C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:

S. “Vamos a ver si Elías viene a bajarlo”.

C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.

(Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.)

C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:

S. “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!”.
(Culmina la lectura breve).

C. Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.

José hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro

C. Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea –miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios– tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS.

El Domingo de Ramos es un día en el que la predicación no ha de ser muy extensa. La liturgia solemne y la lectura de la Pasión recomiendan moderación en el uso de la palabra en el momento de la homilía.

Se puede indicar que toda la Cuaresma ha sido un acompañar a Jesús camino de su Pascua, que es la cuna en la que hemos sido engendrados como hijos de Dios y discípulos. Este camino culmina en Jerusalén. La Palabra de Dios nos invita a llegar con Jesús hasta el final de ese camino, que también es el nuestro. Ello supone entrar en Jerusalén y encontrar allí, con toda su intensidad, el claroscuro (la Pascua) que atraviesa y define la vida del Maestro y que en la Cuaresma se ha ido haciendo presente cada domingo:

1) el desierto (la tentación),

2) la montaña (la luz),

3) el Templo que será destruido y reconstruido en tres días,

4) el amor de Dios Padre que entrega al Hijo para salvar al mundo y

5) el grano de trigo que si no muere queda infecundo y no da fruto.

El paso del gozo del recibimiento al Nazareno por parte de la ciudad de Jerusalén al grito “crucifícale”, narrado por las lecturas de este Domingo, perfila con toda su hondura salvífica el gran misterio de la Pascua que vamos a celebrar: el itinerario que conduce a la vida es la entrega por amor (la cruz); un amor más fuerte que la muerte; un amor que salva.

Se pueden ofrecer como reflexión pinceladas entresacadas del texto de la Pasión de Marcos. Un texto dramático que invita a que entremos a él, a sentirnos implicados y concernidos. Un texto siempre actual. Por ejemplo:

1) llama la atención la cantidad de personajes que aparecen a lo largo del relato; ese elenco tan variado invita a reconocernos en alguno de ellos, en alguna de sus actitudes;

2) los discípulos no aguantan junto a Jesús, ni en la oración del huerto (se duermen), ni en el momento de su prendimiento (huyen);

3) Jesús siempre reconcilia, une, crea comunión; incluso, entre los que son enemigos: las autoridades judías y Pilatos (que no se llevan bien) se ponen de acuerdo a propósito del destino de Jesús; los que son enemigos se unen gracias a él;

4) Es interesante que Jesús, a lo largo del relato, va hablando cada vez menos; al final solo habla con su Padre; ante el Sumo y Sacerdote y Pilato guarda silencio; no responde a sus preguntas; es como si no reconociera su autoridad en relación a su doctrina o su persona;

5) es un pagano, el centurión, el que hace la confesión de fe Pascual más nítida de entre todos los personajes del relato (“Verdaderamente este era Hijo de Dios”);

6) Las mujeres observan dónde colocan el cuerpo de Jesús tras su muerte. Ellas serán las primeras que testifiquen su resurrección.

ESTUDIO BÌBLICO.

La Pasión según san Marcos: Teofanía divina

Hoy comienza la gran semana litúrgica que nos conduce a la Pascua, la muerte y resurrección del Señor, centro de nuestra fe cristiana. La Semana Santa, pues, es un tiempo de profundas vivencias religiosas; el misterio del Dios «entregado por nosotros» y la fuerza de su resurrección, como se expresaba San Pablo, nos convocan ante la Cruz que es el triunfo del amor sobre el odio, la esperanza frente a toda desesperación.

El evangelio de la entrada en Jerusalén, con la procesión de la comunidad y los ramos, debe servir para inaugurar la gran semana del cristianismo. Toda la “tradición” y hermosura de los ramos y palmas, no obstante, nos invita a introducirnos en aquella experiencia de ir a Jerusalén que el profeta de Galilea no podía eludir. Jesús, sin duda, ya sabía lo que le esperaba: el juicio, la condena y la muerte. Todo eso se ha representado y se representa estéticamente muchas veces, pero en torno a aquella Pascua del año 30 no había nada teatral, sino la dura realidad de “alguien” que sabe lo que quiere. Jesús no se deja ilusionar por los gritos de “Hosanna”, porque no se sentía Mesías, y menos como algunos lo interpretaron. Estas aclamaciones justificarían más su juicio y su condena ante los poderosos que estaban esperando que llegara el profeta de Galilea a Jerusalén. Y llegó…

Iª Lectura: Isaías (50,4-7): El siervo de Yavé

La lectura primera es uno de los cantos del siervo de Yahvé, el tercero. ¿Cuál es su mensaje?: nos abre a la ignominia de este mundo violento, cruel, frente a la fuerza de la mansedumbre del discípulo, del siervo de Dios, porque en su «pasión» Dios siempre estará con él. Es una lectura muy adecuada de preparación a la proclamación de la pasión del domingo de Ramos, ya que fueron los primeros cristianos los que descubrieron en estos cantos que el Mesías habría de sufrir si quería que su propuesta de salvación tuviera fuerza.

II Lectura: Filipenses: (2,6-11): El Himno de Jesús

El himno de la carta a los Filipenses, segunda lectura de la liturgia de la Palabra, pone de manifiesto la fuerza de la fe con que los primeros cristianos cantaban en la liturgia y que Pablo recoge para las generaciones futuras como evangelio vivo del proceso de Dios, de Cristo, el Hijo. El que quiso compartir con nosotros la vida; es más, que quiso llegar más allá de nuestra propia debilidad, hasta la debilidad de la muerte en cruz (añadiría Pablo), que es la muerte más escandalosa de la historia de la humanidad, para que quedara patente que nuestro Dios, al acompañarnos, no lo hace estéticamente, sino radicalmente. No es hoy el día de profundizar en este texto inaudito de Pablo. La Pasión de Marcos debe servir de referencia de cómo el Hijo llegó hasta el final: la muerte en la cruz.

Evangelio: Marcos (14-15): Pasión según San Marcos

III.1. Hoy la lectura de la Pasión según san Marcos debe ser valorada en su justa medida. La lectura, en sí, debe ser “evangelio” mismo y nosotros, como las primeras comunidades para las que se escribió, debemos poner los cinco sentidos y personalizarla. La pasión según San Marcos es el relato más primitivo que tenemos de los evangelios, aunque no quiere decir que antes no hubiera otras tradiciones de las que él se ha valido. Debemos saber que no podemos explicar el texto de la Pasión en una “homilía”, sino que debemos invitar a todos para que cada uno se sienta protagonista de este hermoso relato y considere dónde podía estar él presente, en qué personaje, cómo hubiera actuado en ese caso. Precisamente porque es un relato que ha nacido, casi con toda seguridad, para la liturgia, es la liturgia el momento adecuado para experimentar su fuerza teológica y espiritual

III.2. No es, pues, el momento de entrar en profundidades históricas y exegéticas sobre este relato, sobre el que se podían decir muchas cosas. Desde el primer momento, en los vv. 1-2 nos vamos a encontrar con los personajes protagonistas. El marco es las fiestas de Pascua que se estaban preparando en Jerusalén (faltaban dos días) y los sumos sacerdotes no querían que Jesús muriera durante la “fiesta”, tenía que ser antes; el relato, no obstante, arreglará las cosas para que todo ocurra en la gran fiesta de la Pascua de los judíos ¡nada más y nada menos! Los responsables, dice el texto, “buscaban cómo arrestar a Jesús para darle muerte!. Era lo lógico, porque era un profeta que iba muy por libre. Era un profeta que estaba en las manos de Dios. Esto era lo que no soportaban.

III.3. Pero si queremos organizar nuestra preparación, tanto a nivel personal como catequético y pastoral para una lectura previa, pausada y reflexiva del relato de la Pasión de Marcos, aquí van algunas pautas que pueden resultar “orientativas”:

Mc estructura el relato de la pasión y muerte de Jesús con un tríptico introductorio (14,1-11), seguido de dos relatos en para­lelo, situados el mismo día (14,12), que le sirven para mostrar la misma realidad bajo dos aspectos diferentes. En el primer relato (14,12-26) se expone en clave teológica la voluntariedad y el sen­tido de la entrega de Jesús (eucaristía); en el segundo (14,17-15,47) describe su entrega en forma narrativa.

El tríptico introductorio está enmarcado por la decisión de los dirigentes de dar muerte a Jesús (14,1-2) y la traición de Judas (14,10-11); en medio se encuentra la escena de la unción en Betania (14,3-9). Esta última presenta las dos actitudes dentro de la comunidad de Jesús ante su muerte inminente. La primera, reflejada en la mujer que unge la cabeza de Jesús, corresponde a la de los verdaderos seguidores, a los que están dispuestos, como Jesús, a entregarse por entero a los demás, a aceptar como rey a Jesús crucificado; la segunda, representada por los que protestan de la acción de la mujer, corresponde a los que ven en la muerte sólo un fracaso, a lo que están dispuestos a dar co­sas, pero no su persona, a los que no comprenden que la verda­dera ayuda a los pobres está en la entrega por ellos hasta el fin.

El primer relato de la pasión (14,12-26), en clave teológica, forma también un tríptico, enmarcado por la preparación de la última cena (14,12-16) y la eucaristía (14,22-26); en el centro, la denuncia del traidor (14,17-21), en contraste con la figura de la mujer que unge la cabeza de Jesús (14,3-9). Este primer relato expresa la voluntariedad de la entrega y muerte de Jesús. Al ofrecer a los discípulos «su cuerpo» (= su persona), los invita a tomarlo a él y a su actividad como norma de vida; él mismo les dará la fuerza suficiente para ello (pan/alimento). Al darles a beber «su sangre», expresión de su entrega total, los invita a com­prometerse, como él, en la salvación y liberación de los hombres, sin regateos y sin miedo a la muerte. El relato termina encaminándose todos hacia el Monte de los Olivos, símbolo del estado glorioso (cfr. 11,1; 13,3) que constituye la meta de Jesús y de to­dos cuantos lo sigan en el compromiso.

El segundo relato de la pasión (14,27-15,47), en forma narrativa, se compone de un tríptico inicial (14,27-52) y tres secciones: el juicio ante el Consejo Judío (14,53-72), el juicio ante Pilato (15,1-21), y la ejecución de la sentencia (15,22-47).

El tríptico inicial consta: a) 14,27-31: predicción de la huida de los discípulos y anuncio de la negación de Pedro, b) 14,32-42: llegada a Getsemaní; oración de Jesús e insolidaridad y distanciamiento de los dis­cípulos; Jesús desea un final diferente, pero acepta desde el prin­cipio lo que el Padre decida; el Padre no puede impedir su final porque su amor al hombre no fuerza la libertad humana, c) 14,43-50: prendimiento de Jesús y defección de todos los discípulos; hay un intento de defender a Jesús con la violencia, que él rechaza tajantemente; la detención de Jesús muestra la mala conciencia de las autoridades judías, que no se han atrevido a apresarlo en público. El tríptico termina con un colofón (14,51-52), mediante el cual, en el momento de comenzar la pasión, Mc señala simbólicamente su desenlace; el joven, en paralelo con el que aparece en el sepulcro (16,5), es figura de Jesús mismo: hecho prisionero, deja en manos de sus enemigos su vida mortal («la sábana», cfr. 15,46), pero sigue vivo y libre («huyó desnudo»).

La primera sección (14,50-72) describe el juicio de Jesús ante el Consejo judío y consta de las siguientes partes:

14,53: Reunión del Consejo, autoridad suprema del pueblo.
14,54: Pedro sigue «de lejos» a Jesús, mostrando así su adhesión a él, pero no la disposición a hacer suyo el destino de Jesús.
4,55-64: Juicio de Jesús; búsqueda inútil de una acusación que justifique la condena a muerte preconcebida; silencio de Jesús ante la mala fe; pregunta decisiva del sumo sacerdote, formulada en correspondencia al título del Evangelio (cfr. 1,1: Mesías, Hijo de Dios); Jesús declara ser ese Mesías, afirma su realeza y condición divina y anuncia una venida gloriosa suya que sus jueces van a presenciar, en ella quedará patente que Dios está con Jesús y en contra de la institución que ellos representan; Jesús es acusado de blasfemia y unánimemente condenado a muerte.
14,65: Jesús objeto de burla; se desata el odio contra él, se ridiculiza su calidad de profeta y la profecía que acaba de pronunciar.
14,66-72: Triple negación de Pedro.

La segunda sección (15,1-21) describe el juicio de Jesús ante Pilato y consta de las siguientes partes:

15,1: Entrega de Jesús al poder pagano.
15,2-5: Interrogatorio de Pilato.
15,6-15: Entre Barrabás, un asesino conocido, y Jesús, la multitud, manipulada por sus dirigentes, pide la condena a muerte de Jesús; debilidad de Pilato que traiciona su propia convicción y acaba condenando a Jesús a la cruz.
15,16-20: La burla de los soldados.
15,21: Simón de Cirene, figura del seguidor de Jesús que ejerce la misión universal, es obligado a cargar con la cruz, cumpliendo así la condición del seguimiento (cfr. 8,34).

La tercera sección (15,22-47) describe la crucifixión, muerte y sepultura de Jesús, y consta de las siguientes partes:

15,22-24: Crucifixión; Jesús rechaza el vino drogado; da su vida voluntariamente y con plena conciencia; reparto de sus vestidos.
15,25-32: Las burlas al rey de los judíos; los transeúntes, sumos sacerdotes y compañeros de suplicio se burlan de la realeza de Jesús.
15,33-41: Muerte de Jesús; su grito expresa su confianza plena de Dios en medio de su fracaso; los presentes interpretan mal su grito y uno de ellos le ofrece vinagre, expresión del odio; al morir deja patente al amor de Dios por el hombre («el velo del santuario se rasgó»); el centurión, representante del mundo pagano descubre a Dios en Jesús muerto en la cruz; las mujeres miran «desde lejos» (cfr. 14,54), sin identificarse, por falta de comprensión, con la muerte de Jesús.
15,42-47: Sepultura de Jesús; la losa que tapa su sepulcro aparentemente acaba con la esperanza que había suscitado su persona.
III.4. El recorrido por los relatos de la pasión del Señor, que Marcos ha preparado con tres anuncios a través de su marcha hacia Jerusalén (8,31; 9,31; 10,33-34), no debería sorprender a sus discípulos, pero, sin embargo, les desconcertará de tal modo, que abandonarán a Jesús, lo negarán, como en el caso de Pedro, y marcharán Galilea. Parece como si la última cena con los suyos no hubiera sido más que un encuentro al que estaban acostumbrados, cuando en ella Jesús les ha adelantado su entrega más radical. A la hora de la verdad, en el Calvario, no estarán a su derecha los hijos del Zebedeo, como arrogantemente le habían pedido al maestro camino de Jerusalén (10,35-40), sino dos malhechores. Esto obliga a Marcos a que el reconocimiento de quién es Jesús, en el momento de su muerte, lo pronuncie un pagano, un ateo, el centurión del pelotón romano de ejecución, quien proclama: «verdaderamente este hombre era el hijo de Dios» (15,39). Como vemos, el relato no queda solamente en lo litúrgico, sino que lo teológica es de mucha más envergadura. ¿Nos hubiéramos nosotros quedado allí, junto al Calvario, o nos habríamos marchado también huyendo a nuestra Galilea?

III.5. Todos los aspectos de la lectura de la pasión en Marcos, entre otros muchos posibles, muestran esa teología de gran alcance cristiano, semejante a aquella que encontramos en Pablo, en la carta a los Corintios: «su fuerza se revela en la debilidad». Es lo que se ha llamado, con gran acierto, la sabiduría de la cruz, que es una sabiduría distinta a la que buscaban los griegos y los judíos. El Dios de la cruz, que es el que Marcos quiere presentarnos, no es Dios por ser poderoso, sino por ser débil y crucificado. Es evidente que este es un Dios que escandaliza; por ello se ha permitido que sea un pagano quien al final de la pasión, en el fracaso aparente de la muerte, se atreva a confesar al crucificado como Hijo de Dios. Sin duda que el relato de la pasión de Marcos busca su punto más alto en la muerte de Jesús como una «teofanía», en cuanto revela el poder de Dios que se manifiesta en la debilidad. Marcos pone de manifiesto, pues, que la lógica de Dios es muy distinta de la lógica humana. Pero es innegable que, desde la cruz, el Hijo de Dios confunde la sabiduría humana, la vanagloria, el poderío desbordante, porque frente a tanta miseria, Dios no puede ser un triunfador, sino un apasionado por el misterio de la muerte de Jesús que ha vivido para darnos la libertad. (Fray Miguel de Burgos Núñez, O. P.).

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